Así como la crisis del petróleo en los 70s desencadenó grandes cambios en la industria automotriz, en 1956, la crisis del Canal de Suez motivó que volviera la racionalización del combustible en Inglaterra, y con ello “empujó” al desarrollo de nuevos autos más económicos y eficientes. Así, de una crisis, nació el Mini, un auto revolucionario que se transformó en un clásico, y cuya historia vale la pena contar.
¿Cómo resolver un gran problema con bajo presupuesto y en poco tiempo? Simplemente, con ingenio y genialidad. Así, la British Motor Company encargó un nuevo modelo que solucionara el problema de consumo, y estableció algunas pautas simples: el auto resultante debería entrar en un espacio de 3 x 1,2 x 1,2 metros, ofreciendo un habitáculo que debía aprovechar el 60% del largo (1,8 metros) y utilizar un motor que ya estuviera en producción.
Alec Issigonis
Dijimos que el pliego de condiciones para lo que sería el Mini era simple, pero no por ello poco difícil de lograr, especialmente atendiendo a los bajos costos de desarrollo y producción. Solo un diseño inteligente podía lograrlo, y es acá donde entra en juego Sir Alec Issigonis.
Antes de ascender a grado de Sir, Issigonis fue contratado en 1955 por BMC para diseñar una nueva familia de autos. Formando un equipo de solo 9 personas, diseñaron y construyeron los primeros prototipos en 1957, del denominado proyecto ADO15 (Siglas en inglés de Proyecto número 15 de la Oficina de Diseño de Austin). En 1959 se lanzaba el modelo como la dupla Morris Mini Minor y el Austin Seven
¿Y el Mini? Estamos hablando del mismo auto, solo que recién en 1961 se lo renombró como Austin Mini, y 8 años más tarde Mini se volvió una marca autónoma.
Ingenio por todas partes
Una de las soluciones que hicieron mini al Mini fue montar el motor de manera transversal y descargar la potencia a las ruedas delanteras. Hoy parece lo más común, pero en ese momento fue un gran cachetazo a la ortodoxia automotriz, y algo tan efectivo que se volvió masivo para toda la industria. El ahorro de espacio mecánico siguió con el radiador montado transversalmente en el guardabarros izquierdo (en el Reino Unido se maneja de la derecha), algo que complicó más de una vez la refrigeración.
Entre las soluciones para ahorrar costos estaban las soldaduras y las bisagras por el exterior de la carrocería. Un dato inteligente fue la puerta del maletero, que al no tratarse de un hatchback (que abre todo el portalón), la tapa se abría como la una pick-up, con las bisagras en la parte baja, permitiendo así llevar objetos largos. La patente, por su parte, se articulaba en su parte superior, permitiendo mantenerla a la vista.
Más ideas inteligentes fueron las ventanillas corredizas, que no solo ahorraron costos sino que dejaron un espacio libre para guardar cosas en las contrapuertas. Finalmente, estaban las ruedas pequeñas, que roban menos espacio del interior. Usaban llantas de 10” y requirieron el desarrollo de neumáticos específicos por parte de Dunlop.
De goma a Cooper
Otra solución económica fue la suspensión por elastómeros (piezas de goma) en lugar de los clásicos resortes y ballestas (elásticos). Esto hizo que el Mini fuera algo seco, pero también que doblara de manera sorprendente, lo que junto a su estilo carismático lo llevó a un nuevo nivel de mística.
El Mini podría ser chiquito y simpático, pero tenía dientes para mostrar, especialmente desde que Cooper decidió meterle mano y llevarlo a la victoria en los rallies, incluyendo el dominio en Montecarlo entre 1964 y 1967. Y el Mini también se lució en las pistas, donde su capacidad para doblar compensaba su falta de velocidad en las rectas.
Generaciones y versiones
El Mini original tuvo tres encarnaciones. La primera del 59 al 67, la segunda del 69 al 76 (en la que aparece la icónica parrilla), y la tercera del 76 al 2000.
Las variantes incluyeron a los familiares Countryman y Traveller (60 a 69), una suerte de sedán con un pequeño tercer cuerpo llamados Wolseley Hornet y Riley Elf (61 a 69) , también hubo un Mini Van (60 a 83), un pick-up (61 a 83) y una suerte de Jeep llamado Moke (64 a 89).
El Mini también se fabricó en Chile, entre 1964 y 1974, en la planta ensambladora que Emmsa (el importador inicial de la marca) levantó en Arica, antes de que en 1966 fuera adquirida por la propia British Leyland en conjunto con capitales chilenos. Desde ahí salieron unas 6.000 unidades, muchas de ellas fabricadas con carrocería de fibra de vidrio, un recurso necesario para cumplir con la cuota del 70% de componentes locales exigidas por ley. Es el único Mini en el mundo fabricado con este componente, lo que lo hace especialmente único.
El renacido
El Mini original se produjo hasta el año 2000, dejando atrás una producción de 5,3 millones de unidades en lugares tan variados del planeta como Australia, Chile, Sudáfrica, Venezuela y Yugoslavia. ¿Fin de la historia? Todos sabemos que no.
En 1994, BMW compró el Grupo Rover y tres años después ya estaba mostrando concepts en el Salón de Ginebra. En 2000, los alemanes de deshacen de Rover pero se quedan con Mini, y en 2001 lanzan MINI, ahora con todas sus letras mayúsculas. Después vinieron todas las versiones, varias de ellas que podríamos denominar como traidoras al diseño original de Sir Alec Issigonis, pero no por ello menos exitosas en su propio juego: premium y deportivo en frasco chico.
Hoy, a 60 años del lanzamiento del primer Mini, homenajeamos a uno de los autos más revolucionarios de la historia.